- Suchein Gom
- 2 jul 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 3 jul 2020

Hace mucho que no escribo o mejor dicho que no publico. Como analista considero que las cosas más importantes “se dicen sin decir”: se dicen con acciones, se dicen con gestos, se dicen con fallidos, se dicen con lapsus en el lenguaje, se dicen con sueños. Para el lector perspicaz dichos elementos siempre dicen más de lo que uno quisiera revelar. Hoy me pregunto: ¿“qué se dice cuando no se dice”?, es decir, ¿qué se dice cuando quienes utilizamos la escritura como un recurso elaborativo tenemos un impasse en el proceso de transmisión?. Me pregunto menos “porqué no escribo” que “porqué escribo nada”. Si, ya sé, a los lacaniosos nos gustan los juegos de palabras, es que entre los significantes, los diferentes modos de conjugarlos sintácticamente, los usos y giros gramaticales podemos encontrar esas verdades ocultas que paradójicamente nos son inaccesibles por medio del discurso manifiesto y voluntario.
La cuestión es que hasta hoy venía escribiendo NADA, porque no es que no escribía, sino que escribía naderías , sin direccionar la producción hacia otros, sin publicar, prescindiendo absolutamente de un interlocutor que funde mi lugar de emisora . Escribía en una soledad absoluta, rumiaba distintas ideas y seguía girando en espiral. Pensar obsesivamente y no buscar a otros con quien compartir las ocurrencias es la famosa paja mental. Y como “me da mucha paja la paja”, cuando caí en cuenta del fenómeno masturbatorio cerebral en el que me había sumergido me propuse ordenar algunas de las ideas que me asaltaron durante esta cuarentena dejándome una sensación de inermidad estragante. Escribir para otros me transforma nuevamente en agente, me ayuda salir de la pasividad, a convertir esas ideas que se imponen de modo automático en un proceso creativo, me ayuda a hacer algo con mi fragilidad, a embellecer lo intempestivo y traumático del azar, a domesticar el dolor. Pensar con otros nos ayuda a romper con las cristalizaciones establecidas de significado, insufla de vida esos sentidos taxidermizados, los saca del museo y los lleva a la plaza, para que discurran, para que intercambien, para jueguen. Y como dije en otros escritos: que las medidas de confinamiento no terminen siendo funcionales a la lógica del capital, que no nos deje encerrados en los límites de nuestra propia piel, esquivando los intercambios intelectuales o afectivos, siendo un engranaje más de esta maquinaria del poder que nos quiere encapsulados y militando para el individualismo en su máximo exponente.
Primer prueba en vía de superación: escribir para otrxs, para ustedes. A mis interlocutores les dedico este pequeño acto de rebeldía, de resistencia ante esta lógica que nos “infecta y nos “interna” en la indiferencia, el aplanamiento afectivo, el retraimiento y la muerte psíquica.
Estuve pensando en el impacto de la cuarentena la constitución del cuerpo. Desde el psicoanálisis creemos que no nacemos con un cuerpo, sino que éste se constituye como una representación psíquica unificada en el intercambio afectivo con el otro. Cuando el bebé nace es un cúmulo de sensaciones caóticas y yuxtapuestas: por un lado siente hambre, por otro escucha el sonido de una canción de cuna, registra el tacto del abrazo de su cuidadorx, el calor de la leche corriendo por la garganta, observa el rostro de su madre que lo mira con amor. Las caricias, las palabras, las miradas que provienen de ese otro que lo cuida poco a poco van integrando todas estas sensaciones disgregadas para constituir una vivencia subjetiva de unidad. Nacemos prematuros, a comparación de otras especies tenemos un larguísimo período de dependencia del otro. Un potrillito nace y a los pocos minutos ya puede pararse y marchar, nosotros tenemos que esperar recién hasta el segundo año de vida para dar nuestros primeros pasos con un alto grado de imprecisión y torpeza. Vivenciar el cuerpo implica una constitución gradual y paulatina, posible siempre en relación a otro.
El cuerpo como toda construcción, se desarma y se rearma en distintos momentos y situaciones vitales, no está dado de una vez y para siempre.
Vamos por lo ejemplos:
1) En situaciones de hospitalismo suele surgir el fenómeno llamado marasmo. Hay niños que por no poseer padres (o quien encarne esa figura de cuidado y amor) pasan sus primeros meses de vida en grandes instituciones donde son cuidados por las distintas enfermeras de turno. A estos chicos se les satisface todas necesidades biológicas básicas: se los alimenta, se los baña, se los cambia, sin embargo no poseen una figura de apego estable porque sus cuidadorxs van rotando y no hay tiempo suficiente “para mimos”. Muchos de estos niñxs mueren sin tener ningún tipo de anomalía fisiológica, mueren sin causa clínica aparente porque no lograron constituir la vivencia subjetiva de un cuerpo. Criados en el anonimato no cuentan con la figura del referente afectivo que con sus caricias y palabras vaya conformando esa membrana simbólica que delimita lo que llamamos cuerpo, que progresivamente se va diferenciando del mundo exterior.
2) El miembro fantasma se da en personas que fueron amputadas de alguna extremidad de su cuerpo, no obstante siguen sintiendo dolor en esa parte que ya no está.
3) El ataque de pánico es un ejemplo de como el cuerpo puede fragmentarse. Prima la vivencia de despersonalización, de irrealidad, “el nudo en la garanta”, “el corazón que va a estallar”, ver la escena por fuera del cuerpo, en tercera persona como un espectador.
4) Para ir a lo más cotidiano:¿ quien no se desarmo ante una crisis de angustia y llanto y logró calmarse, “recomponerse”, con un abrazo?.
5) Las la fragmentación corporal muchas veces fue puesta al servicio de las producciones artísticas, el ejemplo más paradigmático es la famosa oreja que Van Gogh se rebano . Alejandra Pizarnik “encarnó” en el lenguaje poético su cuerpo desmembrado:
Una mirada desde la alcantarilla
Puede ser una visión del mundo ,
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos.
(Poema 23).
Me pregunto qué impacto tendrá en la constitución o reconstitución de los cuerpos esta pandemia. Me aterra pensar en la posibilidad de que el cuerpo del otro quede significado de una vez y para siempre como peligroso, como enemigo, como rival, como potencialmente dañino. Estimo que su correlato sería que los límites de nuestro esquema corporal se diluyan, se vuelvan etéreos, desaparezcan, dejemos de sentir. El exterminio del otro es la contracara de extinción del propio cuerpo.
La otra vez un amigo en un video de IG hizo referencia a al fenómeno social Hikikomorí, esos japonés adolescentes que sostienen un aislamiento social absoluto y pueden pasar días enteros hipnotizados frente las pantallas de sus videos juegos. En estos jóvenes se genera una fusión indistinguible entre el cuerpo y la pantalla, entre el mundo y la realidad virtual, al punto que pueden pasar días sin registrar sensación el hambre o incluso sin dormir. El chiste fue que con el correr de los días y el estiramiento asintótico de la cuarentena #TODOSSOMOSHIKIKOMORIS, cada vez más retraídos, mas aplanados afectivamente, inconmovibles, insensibles, aletargados, alelados, con un blackout en la cabeza y en el corazón . Me preocupa que esto “nos pase desapercibido”, que no nos angustie ni un poco, que no nos haga pregunta. Pizarnik decía escribir para no enloquecer ni morir, yo escribo para no transformarme en un Hikiko.
Hay un dato muy particular que puede ser interpretado a la luz de las teorías psicoanalíticas. Cuando un paciente hace sistemáticas y repetitivas referencias numéricas en su discurso podemos rastrear lo que se denomina “pulsión intrasomática” ( desde Lacan) o el “lenguaje de órgano” (desde Freud) .La hipótesis es que en dichas personas, al menos en ese momento de su vida tendrían poca disposición libidinal para sostener vínculos con el otros porque estarían muy volcado a actividades autoeróticas (vieron esas personas que todo el tiempo hablan de guita y de porcentajes, un embole mal, porque lo que dicen es más un soliloquio que un intento de comunicar e intercambiar). Bien, si extrapolamos ésta herramienta de lectura individual a la sociedad, ¿que vemos si osamos prender cinco minutos la tele?... referencias al número de infectados, al número de muertos, el número del PBI, números, números, números … desde antes que la pandemia nos azotara el “monotema” en los medios de comunicación era el precio del dólar (más números!). El Covid solo reforzó tendencias preexistentes. El número hace referencia al cuerpo, pero no al cuerpo de las caricias recíprocas constituido en relación al otro, sino al goce masturbatorio, al placer autoerótico. Eso que nos aísla horas frente a una pantalla, es un tipo de satisfacción autista que prescinde del semejante. El número contabiliza, cuantifica y en el mismo acto descualifica afectos: estamos frente a la degradación progresiva del lazo social.
El otro como interlocutor funda al sujeto hablante, hablar pierde sentido sino tenemos a quien decir. El otro como lector funda al escritor. El otro como Otro que funda al cuerpo como Uno. No somos sin el otro.
El autoerotismo esta sobreevaluado, idealizado y romantizado: “querete vos y después vas a poder querer a otro”, nos olvidamos que estamos en este mundo porque alguien nos quiso antes de que tuviéramos la capacidad de querernos a nosotros mismos. Con este planteamiento no pretendo echar por tierra el concepto de autoestima, ni dictar una pedagogía de cómo vivir, pero si reivindicar el lazo social como herramienta de lucha, como resistencia. El lazo como lo propiamente humano, el lazo como alerta contra aquello que nos pelotudiza y paulatinamente nos está transformando en hikikosmoris.
p/d: extraño abrazar, así que les mando un ciber-abrazo rearmador corporal.
*La imagen adjuntada es "La columna rota" fue pintada por Kahlo después de ser operada quirúrgicamente de la columna vertebral debido a las lesiones que sufrió después del accidente de 1925, y tuvo que llevar en lo sucesivo un corsé de acero, que le provocaba intensos dolores. Creo que es bastante ilustrativa: por medio del arte y la creación dirigida a la contemplación de otros algo del cuerpo "roto" Se rearma y elabora.