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Actualizado: 19 sept 2024


Desde el primer momento que te ví sabía que a la larga me iba a enamorar, eras el típo de chico que siempre fue mi debilidad : morocho y con la sonrisa perfecta . No sé por qué me erotizan tanto los dientes grandes y blancos, tal vez ,es porque soy un poco siniestra : sonreír anatómicamente es mostrar el esqueleto, es el recordatorio de que somos una calavera recubierta de piel , de que nos "vamos a acabar".

Estabamos enredados, recorriendonos cada rincón del cuerpo con avidez. Supimos crear nuevos roces, nuevos besos, figuras y palabras tan creativas que doy fe no existen en la filmatografía de las películas porno ni de amor . Tu cuerpo en la penumbra me recordaba al libro de anatomía que uso mi madre cuando estudió medicina: cada músculo tallado respetando las proporciones perfectas . Te deje entrar con receptividad, hipnotizada por el embrujo de nuestro diálogo corporal . Vos ya sabes mi negro: en algunos terrenos soy generosa y nunca voy a escatimar.

Entre tu piel tostada y escasa luz solo podía ver tus dientes blancos, enormes , parejos como los chicles Adams de nuestra infancia en los 90' . Mientras vos te movías encima mío aumentando progresivamente el ritmo, nuestra presión sanguínea y nuestros latidos.

La última imagen que tengo antes de soltar el último suspiro de vida y ver la luz al final del túnel para luego acomodarme en el remanso del nirvana fueron tus dientes blancos, mejor dicho tu calavera.

 
 
 

Me guarde un pedazo de pan en la cartera después de desayunar intentando no llamar la atención de los comensales. Quería darle de comer a las palomas . Situación que me retrotrajo a mi infancia y más exactamente a ese momento mítico en el departamento de Artigas , cuando quedaba a cuidado de mi abuela durante las largas jornadas laborales de mi madre y aquella descubrió que ese era el único artilugio que pacificaba momentáneamente a esa niña intensa y curiosa que fui (soy¿?) . Me dijiste que te gustaban las palomas y yo no supe si creerte. Todos siempre me dicen, mientras me miran con repulsión, que soy una asquerosa , que esas alimañas tienen "pestes" , pero yo hago caso omiso a esos comentarios y con una actitud desafiante las sigo alimentando de la mismísima palma de mi mano. En esos momentos tengo la sensación de estar haciendo algo algo prohibido, y no voy a negar que me genera esa satisfacción infantil de estar haciendo algo que a "los grandes" les molesta. Mientras te lo cuento sonrió sola con picardía. Siempre tuve predilección por la marginalidad y las minorías y vos supiste alojarme . Me miraste con ternura y escuchaste con interés mis relatos sobre mi temprano vinculo con las palomas, Aristóteles , el tiburón ballena , los universos fantásticos que por momentos me imagino y como me duele el mundo. Los chichos en general hablan de ellos y yo trabajo de "escuchar". Se me había vuelto natural no hablar de cosas importantes en las citas como mi gusto de helado favorito, mis miedos mas profundos e irracionales o mi top tres de animales preferidos. No se si fue la simpatía por las palomas, el sonido xilofónico del viento que atravesaba las hojas de los árboles, nuestros cuerpos lánguidos sobre el colchón de césped húmedo por el rocío , el beso con gusto a mermelada de frutos rojos, las hormigas que con sus trayectos nos brindaban un espectáculo exclusivo de simetría y perfección milimétrica, la sencillez de los detalles en los que también sabias reparar o que esa mañana haya sido todas las mañanas y ninguna a la vez.... Dar escucha es ofrecer un vacío, poner coto al discurso narcisista para generar una hiancia que permita que el otro pueda decir , y en ese hueco me aloje, me envolví ...No sé muy bien que fue: amor es dar lo que no se tiene a quien no es.


 
 
 

Actualizado: 11 abr 2023


La boca y los dientes teñidos de morado por el vino tinto conformaban el lienzo vivo de un cuadro expresionista donde se conjugaban diferentes texturas e intensidades alcanzando el apogeo de la pigmentación cromática en la zona de los labios que el frio inclemente le había paspado. Se sumaban las extremidades entumecidas, la vista nublada y la dificultad para centrar la pupila producto de ese antiguo estrabismo que el oculista infantil con cierta soberbia se arrogó haber corregido tras la indicación del uso continuo de cristales hasta los primeros años de pubertad. Ante los excesos, aquel ojo desviado reaparecía victorioso e insolente haciendo gala su indestructibilidad, burlándose de la futilidad de la constancia. De manera simultánea, en la esfera psíquica, una yuxtaposición irrefrenable de ideas e imágenes fragmentadas se presentaban de manera automática en la mente de Azul y en el mismo intento de definirlas se difuminaban y eran reemplazadas por otras igualmente fugaces. Se entremezclaban los retazos pictóricos-auditivos como en una gran orgía donde se pierden los límites del propio cuerpo y el ajeno. El paisaje de su habitación estaba conformado por varias colillas de cigarrillos apagados, cenizas desperdigadas en la mesa de luz, botellas de vino vacías, copas sucias, el envoltorio de un preservativo y la ropa hecha girones entreverada con las sabanas. Las sienes palpitantes, zumbido en los oídos y una puntada rítmica en la cabeza. Azul ya conocía ese estado de memoria: se había levantado de resaca.

Macilenta y trémula permaneció varios minutos en la cama, intentando convocar algún tipo de deidad que misericordiosa le inocule la fuerza de voluntad mínima, pero, necesaria para acercarse a la heladera y buscar una botella de agua con la esperanza de acallar la incandescencia que desde el estomagó subía a la garganta . Sin embargo, la cama seguía ejerciendo un efecto magnético inconmensurable análogo a las parálisis de sueño que poseían el cuerpo de Azul aquellas noches en las que se acostaba a dormir con el Incubo de la angustia. La sensación de vacuidad al despertar era directamente proporcional a las copas llenas de alcohol que había consumido con el chongo de turno.

Una vez más, había intentado salir del confinamiento afectivo, luego de algunos meses de abstinencia. Cada cuatro meses, de manera regular e inconsciente (porque no hay nada que revista una mayor grado de precisión a la hora de repetirse que aquellas tendencias que no son plausibles de voluntad) Azul intentaba abrir su corazón (y como correlato sus piernas) a alguno de sus candidatos. Siempre tuvo “vocación de objeto”, lo que ella solía romantizar para atenuar el efecto ultrajante de dicho aforismo diciendo que tenía “alma de geisha”. “Una geisha andrajosa”, así´ es como se sentía, no tenía recuerdos de la noche que paso con su nueva cita. La asombrada (nuevamente) su gran capacidad disociativa. Tuvieron sexo, o mejor dicho “la tuvieron”, no a ella, sino a una tercera persona. Era como si ella misma miraba la escena desde algún ángulo de la habitación pero sin participar. La despersonalización: era el recurso al que echaba mano para poder transitar esos encuentros sexuales en los que se precipitaba menos por deseo que por inercia.

Azul tenía buena voluntad, deseaba realmente poder sostener un encuentro genuino, pero, con el correr del tiempo, veía cada vez más lejana la posibilidad de compatibilizar con alguien efectiva e intelectualmente con el correlato de una sexualidad satisfactoria que estimaba traería aparejado.

En los últimos años, había intentado sostener algunos vínculos, pero a los pocos meses se desbarataban. Caían cuando Azul no podía sostener más el autoengaño y tras la incisiva insistencia de los hechos terminaba reconociendo que la idealización había caído, que eran más sus deseos de querer que la cualidades reales que portaba su partener. En esos momentos aceptaba que la relación que terminaba había sido un vínculo falaz con un personaje ficticio que ella misma había creado. Su imaginación, sus anhelos, eran el barro, la materia prima con que ella construía su propio Golem y que con el paso de las tormentas reiteradas se convertía nuevamente en un lodazal. El carácter distintivo de los hechizos es que son fugaces.

Pero esa mañana, por suerte el nuevo fangal candidato a Golem no se había quedado a dormir en su casa. No recordaba en que momento le había bajado a abrir, ni como se despidieron. Nuevamente Azul se acomodaba introspectiva en el remanso de su soledad. Esa mañana tampoco estaba invadida por esa ráfaga de ingenuo optimismo que muchas veces le permitió sostener la ficción de que un nuevo encuentro con el susodicho corregiría la desconexión inicial. No quería volver a verlo, cuando tenga la capacidad de hilar algún pensamiento vería que argumento utilizaría para poner fin a los intercambios.

Intentaba con todas sus fuerzas preservar en su memoria como un tesoro preciado el recuerdo de la última vez que se había enamorado. El paso del tiempo, sin embargo, no es inocuo y ciertos signos del amor iban siendo erosionados poco a poco, como una roca en la orilla del mar expuesta al oleaje. Ya casi no podía definir que era el amor, no obstante seguía teniendo un valioso as bajo la manga: sabía lo que no era. Lo que había vivido en los últimos años con aquella sucesión de Golems interrumpidos por periodos de ostracismo afectivo no era amor. Sin embargo, no estaban exentos de esa cuota de sufrimiento y extenuación propia de toda situación en las que los anhelos se confrontan con la realidad más objetiva y subsumen al obstinado en la faena de forzar un encastre.

El curriculum sexo-afectivo de Azul era abultado, a pesar de sus largos momentos de retracción afectiva había sostenido encuentros con una serie polifacética de chongos que tenían como denominador común el narcisismo patológico y la aridez emocional propia de los inseguros. Azul por el contario tenía un copioso mundo emocional y estaba ávida por compartirlo, lo que siempre terminaba dejándola en una posición de vulnerabilidad frente a los Golems que ella misma había creado. Cría cuervos y te sacaran los ojos.

Tras esta nueva frustración Azul ponía fin a este nuevo periodo de intentos infructíferos. Por un tiempo dejaría los excesos de alcohol, dejaría de forzarse a querer y se abandonaría a sus tareas intelectuales durante el día y al consumo de somníferos por la noche, por lo menos hasta volver a encontrar ese frágil pseudo-equilibrio al que están expuestas las almas sensibles.


 
 
 
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FUNDAMENTALISTA DE LA MELANCOLIA Y FUNAMBULISTA EN MI COPIOSO MUNDO EMOCIONAL -ENTUSIASTA Y  CURIOSA ,  DESPISTADA Y VULNERABLE-  ME RIO DE MI MISMA  Y ME DUELO MENOS.

MIS AMIGXS ME IMPULSARON (Y AYUDARON) A CREAR ESTE SITIO ALGO AMORFO, UN POCO ECLECTICO DONDE COMPARTIRÉ  UNA YUXTAPOSICION DE IDEAS, PRODUCCIONES , "COSAS Y COSITAS" .  PORQUE SER IGNORANTE NO ES NO TENER CULTURA SINO CARECER DE SENSIBILIDAD.

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